La mejor victoria es vencer sin combatir, afirmaba Sun Tzu, ese es el escenario elegido por Eduardo Guerrero para poner en pie su exitoso espectáculo, que lleva su polisémico apellido. El bailador se centra en su relación con las mujeres -su madre, sus maestras, sus amantes, sus amigas-, en ese territorio en el cual la sentimentalidad convive con la sensualidad pero supera ambas temperaturas vitales, hasta encontrar un puente entre géneros denominado persona. ‘Guerrero’ se convierte en una alegoría de su concepción del mundo y del espectáculo, con un claro vencedor: el Arte flamenco.