EL AUTOR
La pujante personalidad creativa de Giacomo Puccini (1858-1924), en la que se combina un incuestionable sentido dramático y una feliz asimilación de las diversas corrientes estéticas surgidas en el cambio de siglo, le permitió evitar el estancamiento en los turbulentos y populares ambientes veristas que afectara a los músicos italianos de su generación, como Leoncavallo o Mascagni. Partiendo de tal corriente y adoptando algunos de sus recursos, como la ubicación contemporánea o el gran aliento sentimental, es capaz de extraer consecuencias del abrumador legado verdiano y de los grandes cambios para convertirse en autor de obras maestras que se ganaron tanto el favor del público como el respeto y la admiración de los grandes compositores del siglo XX, incluyendo a los renovadores; baste recordar a Mahler, Ravel o Schönberg. Ya en una de las páginas de La Bohème Puccini escribió “¡Contra todo y contra todos, componer óperas con melodías!”, y ese afán por una expresividad melódica, que se ajustara en todo momento a la amplia gama emotiva de sus personajes y al devenir de la acción, constituye una de sus señales distintivas, desde las matizadas atmósferas de la ya citada, a la retórica pasional de Tosca, el refinado exotismo de Madama Burttefly, el amargo realismo de Il Tabarro, la agilidad de Gianni Schichi o la opulencia tímbrica de Turandot.
LA OBRA
Tosca y Madama Butterfly, desembocan en el mismo trágico final, el suicidio de la protagonista; coincidencia argumental de dos óperas que ocupan un lugar consecutivo en el catálogo de Puccini –cuatro años transcurren entre sus dos estrenos, acaecidos en 1900 y 1904 respectivamente. -, y que sin embargo no hace sino dar cuenta del enorme afán de renovación estilística que guió su trayectoria creativa. Nada más alejado de los espectaculares y contrastantes recursos dramáticos, con marcados rasgos veristas, de Tosca que la delicada intimidad en la que se desenvuelve la sencilla historia de Cio-Cio-San, la muchacha japonesa enamorada de un teniente de la marina norteamericana. Madama Butterfly se desarrolla en un mundo de jardines, geishas y dignatarios donde, en torno a los pequeños acontecimientos cotidianos, surgen una multiplicidad de acentos sentimentales que progresivamente perfilan un auténtico proceso de profundización psicológica de la protagonista. El candor e ingenuidad adolescente de Cio-Cio-San adquirirá una fuerte resonancia trágica cuando, ya consciente del abandono de Pinkerton, acabe con su propia vida. La ambientación exótica despierta la riqueza tímbrica de Puccini, con cantos auténticos japoneses, para recrear ese “espacio otro”, de modo paralelo a como lo habían hecho los pintores impresionistas unas décadas antes, atraídos por las novedades visuales de las estampas japonesas.
ARGUMENTO:
Acto I
Una colina desde la que se divisa la ciudad y el puerto de Nagasaki. Pinkerton, teniente de la marina norteamericana, ha negociado con el casamentero japonés Goro su boda con Cio-Cio-San, también conocida como Butterfly. La boda está a punto de celebrarse. Goro enseña a Pinkerton la casa que está incluida en el contrato de matrimonio y le presenta a sus futuros sirvientes, entre los cuales se encuentra Suzuki, la doncella de Butterfly. Aparece entonces Sharpless, el Cónsul americano, con quien Pinkerton ha trabado amistad. Mientras brindan por América, Sharpless le pregunta si está realmente enamorado de Butterfly. Pinkerton responde que no está seguro de sus sentimientos, pero que arde en deseos de hacerla suya a cualquier precio. Sharpless, temeroso del daño emocional que Butterfly pueda sufrir, aconseja a Pinkerton que no se tome a broma su matrimonio, pero éste sólo piensa ya en la noche de bodas y apremia a Goro para que vaya en busca de la novia.
Acto II
Hace tres años que Pinkerton dejó Nagasaki. Butterfly y Suzuki viven esperando su regreso. Suzuki, que ha perdido la esperanza y sabe que casi no les queda ya dinero, reza tristemente, pero Butterfly se niega a creer que Pinkerton la ha abandonado y, convencida de su regreso, hace ver a Suzuki cómo será el día en que él vuelva a casa.
Sharpless, que llega acompañado de Goro, comunica a Butterfly que ha recibido una carta de Pinkerton anunciando su regreso. La desbordante alegría de la japonesa impide a Sharpless contarle el verdadero motivo de su vuelta. Goro, que durante los últimos meses ha intentado volver a casarla, anuncia la llegada de uno de los pretendientes, el adinerado Yamadori, pero Butterfly, exultante por el regreso de Pinkerton, lo rechaza definitivamente. Sharpless intenta leerle el resto de la carta y hacerle ver que es posible que su marido no venga con intenciones de quedarse. Ella admite que entonces tendría que elegir entre volver a convertirse en geisha o quitarse la vida, pero está convencida de que cambiará de idea cuando vea al hijo que concibieron juntos. Sharpless, desmoralizado y entristecido, abandona la casa prometiendo comunicar a Pinkerton la existencia del niño
Acto III
Amanece. Suzuki y el niño se han quedado dormidos. Butterfly ha pasado la noche esperando. Suzuki se despierta y, asegurándole que la despertará en cuanto Pinkerton llegue, convence a Butterfly para que se acueste y descanse. Cuando Pinkerton aparece acompañado de Sharpless, el júbilo de Suzuki se convierte en tristeza: Pinkerton se ha casado con una americana y viene para llevarse al niño a su país. Avergonzado por su falta de valor y por la fidelidad que su mujer japonesa le ha demostrado, abandona la casa encomendando a Suzuki la dolorosa tarea de hacer saber la verdad a Butterfly cuando despierte. Sobrecogida, pero manteniendo la dignidad, Butterfly consiente en entregar el niño a Pinkerton con una sola condición: que sea él quien venga en persona a recogerlo. Sharpless parte en busca de Pinkerton mientras Butterfly decide quitarse la vida con el mismo cuchillo con el que se suicidó su padre. Despidiéndose tiernamente de su hijo, se retira detrás de un biombo y se atraviesa la garganta. Mientras se arrastra agonizando hacia el niño para besarlo por última vez, llegan Pinkerton y Sharpless. Butterfly extiende su brazo hacia el niño y muere. Pinkerton cae de rodillas a su lado. Sharpless coge al pequeño y lo abraza.