Nadie acierta con la causa de la enfermedad de Fedra, la reina de la Isla del Volcán. Y es que la gran responsable de la dolencia de Fedra no es otra que una pasión irreprimible; un erotismo inmoral e impúdico, un deseo violento e indómito, un amor prisionero e indecente. El amor, dichoso en muchos casos, también puede ser tormento y condena. Pero, ¿cómo actuar cuando la razón y el deseo entran en conflicto?